ZAMBRA EN SUSPENSO

FANTASÍA
Alejandro Zambra

Metales Pesados, Santiago, 2017, 48 páginas.
Me concentraré en un punto de Fantasía, el cuento de Alejandro Zambra publicado por Metales Pesados en una edición bilingüe, e ilustrado con siete inquietantes dibujos de Javiera Hiault-Echeverria. Me concentraré en un punto, digo, aunque en realidad son tres… Pues divagaré sobre los puntos suspensivos.

Escribe Zambra: «Una mañana llegó, de improviso, mi madre. Por entonces, a casi tres años de la muerte de mi padre, rara vez hablábamos por teléfono, pero solía enviarme cartas extensas y cariñosas, escritas con una caligrafía liviana y una cantidad asombrosa de puntos suspensivos (El sur… es el lugar más lindo del universo… Osorno es una ciudad tranquila… donde he vuelto a encontrarme con… mis hermanas)».


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Apenas leí eso, me acordé de que en otro lado, tal vez en una entrevista, Zambra dice que no le gustan los puntos… suspensivos. O quizás, recuerdo, la opinión está en No leer (UDP)… No, no está ahí, sino en una columna titulada "Escribir en contra", que publicó en La Tercera. Allí escribe: «A propósito de signos de puntuación, hace un par de años la periodista Marisol García publicó una columna contra los puntos suspensivos que para mí fue importante. Hasta entonces yo odiaba en silencio a los puntos suspensivos y llevaba a cabo una solitaria cruzada para desterrarlos. A la hora de editar textos ajenos, por ejemplo, los borraba sistemáticamente, argumentando sin miedo que no eran necesarios, pues de hecho nunca son necesarios, y sólo adhieren a las frases un absurdo sonsonete juvenil, en especial cuando sugieren profundidad, misterio o “poesía”. Lo que el autor no supo decir se lo endosa a esos tres lacayos serviles».

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(¿Alguien sabe qué decir? ¿La literatura es necesaria?)

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Según el Diccionario panhispánico de dudas, los puntos suspensivos se usan (1) para indicar una pausa transitoria que indica, claro, suspenso; pero también duda, temor o vacilación. (2) Para interrumpir un discurso cuyo final se sobreentiende. (3) Para no repetir un título largo. (4) Para censurar expresiones o palabras «malsonantes o inconvenientes». (5) Cuando —«por cualquier otro motivo»— se quiere dejar incompleto y en suspenso el enunciado. (6) Para enfatizar un texto. (7) Para indicar una enumeración incompleta o abierta, o sea, en este caso los puntos suspensivos equivalen a etcétera. (8) Por último, para indicar la supresión de una palabra o un fragmento en una cita textual.


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El mismo diccionario advierte que los puntos suspensivos son tres «y sólo tres», tal vez porque mucho suspenso es… No sé qué es. Quizás sea un exceso de perplejidad, una duda paralizante, demasiado no saber qué decir. La muerte.

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(Tal vez no usar puntos suspensivos sirva para simular que sabemos, o también puede que sea simple credulidad del que escribe.)

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En una entrevista que le hice a Peter Szendy sobre su libro A fuerza de puntos. La experiencia como puntuación (Metales Pesados), le pregunté si la muerte era un punto final o puntos suspensivos. «Puntos suspensivos, decididamente», respondió. «Es decir, tres puntos —o incluso más, siempre más puntos—, cada uno puntuando al anterior. Como intento mostrar en la lectura que hago de Tristram Shandy, el último punto, el punto final del epitafio que puntúa la desaparición, el último punto, entonces, ya está dividido. Su puntuación queda y quedará de nuevo en espera de una sobrepuntuación, en tanto haya rastro».

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Tal vez un suspenso de más de tres puntos es más que la muerte; es sobrepasar la muerte. O tal vez sea enfatizarla. ¿Es sobrevivir? ¿La muerte enfatizada es la vida, así como menos por menos es más o una doble negación es una afirmación?

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El libro al que se refiere Szendy es Vida y opiniones del caballero Tristram Shandy, la obra más importante del escritor inglés Laurence Sterne (1713-1768). En sus nueve volúmenes, el intento del narrador de contar su vida se interrumpe… y desvía una y otra vez debido a las digresiones y saltos que, en principio, pretenden dar contexto o explicar lo que se quiere narrar, pero que finalmente se convierten en el núcleo de la historia. Todo ello reforzado o representado con signos (guiones, puntos, trazos) que rompen la continuidad y linealidad del tiempo. (O al menos eso es lo que pude encontrar en Wikipedia y otros sitios web, porque no he leído la novela). O sea, que podríamos decir que la narración de Sterne es suspensiva. Y no sólo eso, en una parte de la entrevista que no puede incluir cuando la publiqué en Artes y Letras de El Mercurio, Szendy establece un lazo con los emoticones: según él, estos son el signo de puntuación de nuestra época… «Pero habría que agregar inmediatamente, que los smileys y sus innumerables variaciones más o menos pictóricas, no hacen más que renovar, con esta potencia gráfica, la interrupción del discurso que una novela como Tristram Shandy ya había desencadenado».

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En inglés, según me dice el traductor de Google, los puntos suspensivos se llaman ellipsis. Es la misma palabra para la elipsis lingüística que, a todo esto, uno podría asimilar al uso de los puntos suspensivos para omitir algo que se sobrentiende… sin que se pierda el sentido. Entonces: los puntos suspensivos no son una falta de sentido, no son absurdos, incluso si no son necesarios, o tal vez porque no son necesarios. ¿Son el sentido? ¿Quizás —también— un sentido oculto?… ¿Sugieren profundidad, misterio o “poesía”?

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En matemáticas también se usan los puntos suspensivos, por ejemplo: 1, 2, 3…, 100. O incluso para decir lo que no se puede terminar de decir, o sea, Pi: 3,14159265… (¿Se podría afirmar, entonces, que somos capaces de sobrentender lo indecible, de darlo por hecho?)

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La elipsis es, también, un círculo imperfecto. Cerrado, pero sin centro. O sea que los puntos suspensivos sí son el sentido, quiero decir, la imperfección.

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Según etimologias.dechile.net, elipsis tiene una construcción muy similar a eclipse. Y por lo tanto podríamos decir que allí donde falta algo se esconde algo. ¿El sentido oculto de las cosas?

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Ya que la elipsis es también la falta de continuidad cronológica en una narración, digamos que -lo sepa o no- un escritor los usa cada vez que rompe la cronología en sus relatos. ¿Zambra lo hace, por ejemplo en Fantasía? ¿Su literatura es lineal?… ¿Puede ser lineal la literatura?… Así comienza Fantasía: «Fue en 1996, cuatro o cinco meses después de la muerte de mi padre. Tal vez es mejor que empiece por esa muerte, por ese final. No lo sé».

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¿La literatura es suspensiva? Digo, tanto interna como externamente. Digo, ¿hay o puede haber alguna narración estrictamente cronológica, continua, sin vacíos? Eso por el lado interno. Y por el otro, el externo: ¿Acaso la literatura no suspende la cronología del lector, no la pone en duda? Además: ¿La literatura no es o no hay en ella duda, temor, vacilación, sobrentendido, censura, énfasis, incompletitud, apertura, supresión?

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Tal vez el suspenso… los puntos suspensivos son un signo de realidad. Quizá no se habla con comas, puntos o puntos y comas, sino con puntos suspensivos, con interrupciones sin ton ni son, como la madre en el cuento de Zambra. Como Tristram Shandy. Sin embargo, si los puntos suspensivos son más reales, ¿no son por eso menos literarios?

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No sé si las próximas palabras tienen que ver con lo que vengo diciendo, pero a mi me suena a que sí; claro, se refieren a las ilustraciones que acompañan a un texto, pero siempre se pueden forzar las cosas y hacer como que hablan de la literatura, de la elipsis, de la interrupción de la cronología, del sobrentendido… etcétera: «Mas, para recibir todos los tesoros de ensueño que son los beneficios de la obra ilustrada [literaria], para romper también el hilo de la historia que nos da más pensamientos que imágenes, creo que hay que ir un tanto a la ventura, sin preocuparse mucho por el orden de las páginas. Al menos así organicé yo mi placer». O sea, con suspenso. (Las palabras son de Gaston Bachelard, están en El derecho de soñar, FCE. El tachado, los corchetes y las cursivas son mías.)

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La interrupción del discurso.

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Me equivoqué, el ataque a los puntos suspensivos también está en No leer, en el artículo "Contra los poetas (I)", claro que no aparece en primera persona, pues Zambra se lo atribuye a los poetas: «Recién a los treintaicinco años comienzan a incomodarse cuando los presentan como poetas jóvenes. Ahora dictan talleres en los que aconsejan a sus alumnos que eviten los gerundios, que cuiden los adjetivos, que les declaren la guerra a los puntos suspensivos y a los signos de exclamación». ¿O sea que la guerra a los puntos suspensivos es un llamado al orden, el destierro de lo inútil, una adecuación a la necesidad? ¿Eso es realismo o irrealismo? ¿La literatura es orden o no necesidad? ¿Necesidad o milagro? ¿Realidad o fantasía?

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¿Y acaso la fantasía… no es necesaria?

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Por último, o casi: eliminar los puntos suspensivos —negarlos—, ¿no es omitirlos, no es sobreponerlos? ¿No es sobrepuntuar, como dijo Szendy… tres puntos o incluso más puntos, para pesar del Diccionario panhispánico de dudas? Y entonces: ¿literatura y muerte… literatura o muerte?

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(La “o” puede significar disyunción o equivalencia; la “y” es cópula, y la cópula, claro, es vida.)

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La literatura es Fantasía…


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Por: Juan Rodríguez M.