ESTÉTICA DEL VACÍO Y LA SOMBRA O CONTRA EL NIHILISMO

EL ELOGIO DE LA SOMBRA
Junichiro Tanisaki

Siruela, 2016, Madrid, 92 páginas.
En la reseña de Nostalgia del absoluto de George Steiner, se me ocurrió escribir que la modernidad era fragmentaria; en realidad dije «si la modernidad es fragmentaria». Como sea, mientras trabajaba en ese texto, estaba leyendo El elogio de la sombra de Junichiro Tanizaki, y a propósito de la idea de Steiner de que la decadencia de los sistemas religiosos dejó un «inmenso vacío» en el mundo occidental, pensé y anoté en uno de los blancos del libro de Tanizaki: 
Tal vez los occidentales no estaban acostumbrados a la oscuridad, al vacío, como sí lo estaban los japoneses y «extremo-orientales» (según Tanizaki). La modernidad pilló a los occidentales sin ese hábito, y por eso al descubrir el vacío, la oscuridad, se desesperaron. Los occidentales estaban deslumbrados, veían mal, no veían; y cuando lo hicieron, desesperaron. Platón salió de la caverna, miró al sol, se quemó los ojos, y así regresó al mundo, a la realidad, a la luz natural, a las sombras; ciego. Por eso, porque no podía ser de otra manera, se quedó sólo (y solo) con el mundo ideal que tenía en su cabeza, que veía en su cabeza.
Y puesto que occidente viene de ahí, según algunos cuentos al menos, por eso tiene nostalgia del absoluto, del sol, de las ideas. Quizás si los occidentales (¿somos occidentales en este lado del mundo?) hubiesen visto el mundo como lo veían los japoneses, o al menos como dice Tanizaki que lo veían, no habría nostalgia alguna, no habría necesidad de sucedáneos de absoluto; quizás. No habría necesidad, ya que siempre el mundo habría sido de luces y sombras, de matices, fragmentario, y no absoluto, no deslumbrante, no claro y distinto; temporal, no eterno. Sea cierto o no que así era el mundo japonés, quizás una realidad como esa sería la de la tercera píldora de Zizek: esa en la que percibimos la realidad en la ilusión, el mundo ni verdadero ni aparente de Nietzsche; la superación del nihilismo. La reconciliación con la tierra. Vaya, entonces, una conjunción de citas de El elogio de la sombra para hacernos... Iba a decir para hacernos una idea, pero mejor es decir... para hacernos una realidad, o lo que sea, de lo que estoy diciendo: 
«Veamos por ejemplo nuestro cine: difiere del americano tanto como del francés o del alemán, por los juegos de sombras, por el valor de los contrastes.» «De manera más general, la vista de un objeto brillante nos produce cierto malestar. Los occidentales utilizan, incluso en la mesa, utensilios de plata, de acero, de níquel, que pulen hasta sacarles brillo, mientras que a nosotros nos horroriza todo lo que resplandece de esa manera. Nosotros también utilizamos hervidores, copas, frascos de plata, pero no se nos ocurre pulirlos como hacen ellos. Al contrario, nos gusta ver cómo se va oscureciendo su superficie y cómo, con el tiempo, se ennegrecen del todo.» «Cuando [el estaño] está nuevo recuerda al aluminio y la impresión que produce no tiene nada de agradable; los chinos nunca lo habrían adoptado si no envejeciera bien y no acabara así por adquirir cierta elegancia. Además, se pueden grabar poemas que, con la superficie ennegrecida por el estaño, forman un conjunto perfecto.» «En lo que se refiere al cristal de roca, en estos últimos tiempos se han importado grandes cantidades desde Chile pero, comparado con el cristal de Japón, el de Chile peca de un exceso de pureza y limpidez.» [Parece que sí somos occidentales.] «No es que tengamos ninguna prevención a priori contra todo lo que reluce, pero siempre hemos preferido los reflejos profundos, algo velados, al brillo superficial y gélido [¿y la cerámica china?]; es decir, tanto en las piedras naturales como en las materias artificiales, ese brillo ligeramente alterado que evoca irresistiblemente los efectos del tiempo. "Efectos del tiempo", eso suena bien, pero en realidad es el brillo producido por la suciedad de las manos.» «Al contrario que a los occidentales que se esfuerzan por eliminar radicalmente todo lo que sea suciedad, los extremo-orientales la conservan valiosamente y tal cual, para convertirla en un ingrediente de lo bello.» «me di cuenta por primera vez de que esa luz incierta era la que de verdad realzaba la belleza de las lacas japonesas.» «En la actualidad también se fabrican "lacas blancas" pero, de siempre, las superficie de las lacas ha sido negra, marrón o roja, colores estos que constituían una estratificación de no sé cuántas "capas de oscuridad", que hacían pensar en alguna materialización de las tinieblas que nos rodeaban.» «Porque una laca decorada con polvo de oro no está hecha para ser vista de una sola vez en un lugar iluminado, sino para ser adivinada en algún lugar oscuro, en medio de una luz difusa que por instantes va revelando uno u otro detalle, de tal manera que la mayor parte de su suntuoso decorado, constantemente oculto en la sombra, suscita resonancias inexpresables.» «Si no estuviesen los objetos de laca en un espacio umbrío, ese mundo de sueños de incierta claridad que segregan las velas o las lámparas de aceite, ese latido de la noche que son los parpadeos de la llama perderían seguramente buena parte de su fascinación.» «Una vajilla de cerámica no es nada desdeñable, pero a las cerámicas les faltan las cualidades de sombra y profundidad de las lacas.» «Se ha dicho que la cocina japonesa no se come sino que se mira; en un caso así me atrevería a añadir: se mira, ¡pero además se piensa! Tal es, en efecto, el resultado de la silenciosa armonía entre el brillo de las velas que parpadean en las sombra y el reflejo de las lacas.» «los colores del yokan [un dulce gelatinoso], ¿no inducen también esos colores a la meditación? Su superficie turbia, semitranslúcida como un jade, esa sensación que dan de absorber hasta la luz del sol, de encerrar una claridad difusa como un sueño, esa concordancia profunda entre los tonos, esa complejidad [...]».«el arroz, con solo verlo presentado en una caja de laca negra y brillante colocada en un rincón oscuro, se satisface nuestro sentido estético y a la vez se estimula nuestro apetito.» «Pero eso que generalmente se llama bello no es más que una sublimación de las realidades de la vida, y así fue como nuestros antepasados, obligados a residir, lo quisieran o no, en viviendas oscuras, descubrieron un día lo bello en el seno de la sombra y no tardaron en utilizar la sombra para obtener efectos estéticos.» «esa luz indirecta y difusa es el elemento esencial de la belleza de nuestras residencias.» «A nosotros nos gusta esa claridad tenue, hecha de luz exterior y de apariencia incierta […]». «Pues bien, voy a traicionar el secreto: mirándolo bien no es sino la magia de la sombra». «Porque ahí es donde nuestros antepasados han demostrado ser geniales: a ese universo de sombras [el toko no ma, un espacio o hueco en las casa tradicionales de Japón], que ha sido deliberadamente creado delimitando un nuevo espacio rigurosamente vacío, han sabido conferirle una cualidad estética superior a la de cualquier fresco o decorado. En apariencia ahí no hay más que puro artificio, pero en realidad las cosas son mucho menos simples.» «cuando estoy a la luz macilenta de los shoji [una puerta de papel traslúcido] de una "biblioteca" me olvido del tiempo que pasa.» «A menudo me detengo ante un shoji para contemplar la superficie del papel, iluminada, pero sin resultar por ello deslumbrante.» «creo que lo bello no es una sustancia en sí [no es la Idea] sino tan solo un dibujo de sombras, un juego de claroscuros producido por la yuxtaposición de diferentes sustancias [...] la belleza pierde su existencia si se le suprimen los efectos de la sombra.» «Pero ¿por qué esta tendencia a buscar lo bello en lo oscuro sólo se manifiesta con tanta fuerza entre los orientales?» «nuestra propia imaginación se mueve entre tinieblas negras como la laca, mientras que los occidentales atribuyen incluso a sus espectros la limpidez del cristal.» «En sus viviendas evitan cuanto pueden los recovecos y blanquean techo y paredes.» «siempre nos hemos conformado con nuestra condición presente; no experimentamos, por lo tanto, ninguna repulsión hacia lo oscuro; nos resignamos a ello como algo inevitable: que la luz es pobre [que la realidad es fragmentaria, contradictoria], ¡pues que lo sea!, es más, nos hundimos con deleite en las tinieblas y les encontramos una belleza muy particular.» «sombra sospechosa.» «la incierta luz de los candelabros.» «una profunda oscuridad, densa y de color uniforme». «¿Ha visto usted alguna vez, lector, "el color de las tinieblas a la luz de una llama"?» [Sí, Caravaggio.] «Ahora bien, esas "tinieblas sensibles a la vista" producían la ilusión de una especie de bruma palpitante, provocaban fácilmente alucinaciones, y en muchos casos eran más terroríficas que las tinieblas exteriores.» «al suprimir los últimos resquicios de la sombra, se da la espalda a todas las concepciones estéticas de la casa japonesa.» «A decir verdad, he escrito esto porque quería plantear la cuestión de saber si existía alguna vía, por ejemplo, en la literatura o en las artes, con la que se pudieran compensar los desperfectos. En lo que a mí respecta, me gustaría resucitar, al menos en el ámbito de la literatura, ese universo de sombra que estamos disipando.» 
Así que, después de todo, este elogio de la sombra es la nostalgia de un pasado mejor. Hay que cuidarse, entonces, de convertir esta celebración del matiz en un discurso antimoderno, irracionalista, que añora no sé qué misterios. Se trata, o eso es lo que se me ocurrió a mí, de reconciliarse con la «incierta claridad» que es el mundo moderno. De lo contrario, sería mero romanticismo; y el romanticismo con medios técnicos a su disposición, ya sabemos en qué termina: en una industria romántica que quiere salvar al mundo de su decadencia y abrir sitio al nuevo reino, a los nuevos dioses.

Ahora, tampoco hay que olvidar que esto es cuento, y que sólo tiene sentido si suponemos que es cierto eso de que, hasta hace doscientos años, las personas vivían sumidos en la certeza, llenos de sentido, sin dudas, en un paraíso absoluto. Cuestión que, claro, es incomprobable, salvo que pudiéramos meternos en sus conciencias, en sus mentalidades. Pero digamos que es cierto, puesto que es el cuento con el que nos damos sentido, nos hacemos distintos; es nuestra identidad retroactiva (valga la redundancia). Y, entonces, devolvámosle la palabra a Tanizaki: «Como ignoro todo lo relativo a la física teórica, en este caso no hago sino dejar volar mi imaginación.» «Ya sé que todo esto son sólo imaginaciones de novelista, y es evidente que llegados a este punto ya no se puede dar marcha atrás y rehacerlo todo. Así es que todo lo que estoy diciendo no es sino desear lo imposible y prorrumpir en vanas recriminaciones.»

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Por Juan Rodríguez M.