CÉSAR AIRA O EL ETERNO RETORNO DE LO MISMO

SOBRE EL ARTE CONTEMPORÁNEO
seguido de EN LA HABANA
César Aira

Literatura Random House,  Barcelona, 2016, 104 páginas.
Según César Aira ya no hay genios, al menos no en el arte. Es lo que dicen las últimas líneas de su ensayo Sobre el arte contemporáneo: «No hay más Picasso ni angustia de las influencias. La excepcionalidad del genio quedó encapsulada en una sola figura del pasado, dejando libre el presente para los desplazamientos de una constelación de excepcionalidades provisorias y parciales.»

Siempre que leo a Aira me ronda en la cabeza la idea de milagro. O mejor lo digo así: Aira me implantó esa idea y ahora me la encuentro explícita e implícitamente en sus libros, una y otra vez. Tanto, que cuando le mandé un cuestionario a propósito de su novela El santo -o sea, alguien que hace milagros-, le pregunté si la literatura o las obras literarias son un milagro. Él respondió con cautela: «Si uno se pone exigente con la realidad, podría decir lo que dijo Picasso: “Todo es milagro. Es un milagro que no nos disolvamos en la bañadera como un terrón de azúcar”. Pero no es cuestión de devaluar una palabra tan prestigiosa. Como metáfora, podría decirse que un buen libro es un milagro, en vista de todo lo malo que se publica. Y aun así, es un milagro modesto.»


O sea, aceptó la idea, pero sólo como excepcionalidad, sólo para un pequeño grupo de miembros en el universo de lo que se publica. Sin embargo, que los milagros sean excepcionales es sólo una consecuencia de la naturaleza del milagro, a saber, un hecho raro, maravilloso, que no entra en el espacio que definen las leyes naturales. Y de eso hay mucho en la literatura de Aira: hay fantasmas, curas milagrosas, clonación de escritores... Así es que, insisto, ando buscando el milagro cuando lo leo, porque intuyo que sus libros son una puesta en escena de esa idea: el arte como capricho, excepcionalidad (provisoria y parcial), fugacidad, arbitrariedad, fantasía, invención, como algo improbable, inaprensible, del orden de las ideas de la razón kantianas... «Hecho no explicable por las leyes naturales y que se atribuye a intervención sobrenatural de origen divino», dice el Diccionario de la Lengua Española. (¿Dice o dicta?) 
   
De modo que cuando leí Sobre el arte contemporáneo, lo hice con esas anteojeras (o quizás sea un microscopio o un telescopio, qué se yo), y fui subrayando: «he encontrado en las derivas del Arte Contemporáneo una fuente incomparable e inagotable de fantaseos productivos.»... «la inutilidad de escribir libros»... «sacaba a la escritura del campo de la cháchara del sabelotodo y la ponía en la longitud de onda de los juegos de la inteligencia y la invención.»... «No se puede fotografiar un concepto.»... «ampliada en todas las direcciones, o mejor, en todas las dimensiones, aun las heterogéneas. Y eso vendría a ser la literatura [...]. La literatura como la "reproducción ampliada", en todas las direcciones de un continuo multidimensional, de una obra de arte en la que hubiera dejado de ser importante, o pertinente, que exista o no»... «Eso hizo que el Arte Contemporáneo fuera, sea, un arte de formatos, una épica de formatos en fuga.»... «Pero lo hecho sigue y seguirá siendo el soporte necesario de lo no hecho, que se aloja en su materia como un relato secreto. La literatura, o la literatura como yo la entiendo y practico, podría ser el puente de plata tendido entre lo hecho y lo no hecho, que establecen entre sí una misteriosa y sugerente asimetría.»... «El arte en cambio no es arte si se lo hace bien (es decir si se somete a los valores ya establecidos).»... «Es entonces [con el impresionismo], cuando [el arte] toma conciencia de sí, se vuelve creación de valores, o, en términos menos portentosos, creador de parámetros de gusto.»... «desde el momento en que el arte deja de proponerse como producción de objetos artesanalmente bellos, pasa a la dimensión de lo no hecho.»... «El objeto se vuelve secundario respecto del relato del que emerge. Con lo cual el artista se muestra coherente con el concepto dieciochesco, pues crear valores es contar historias.»... «El historiador del arte debe hacer un fino trabajo arqueológico para discernir los valores (estéticos u otros) reinantes en un momento dado, para ver cuál fue exactamente la intervención que produjo un artista en la tabla de valores.»
 
Y en ese punto, o eso sugiere lo que anoté al margen, me acordé de Nietzsche: del mito del superhombre, del sujeto artísticamente creador, ese que hace sus propias tablas de valores. Pensé: un milagro es aquello que no se ajusta a la legalidad... la literatura es milagro, es crear valores, es crear lo no hecho...  «crear un nuevo parámetro de calidad, con el que decidir en adelante qué es bueno y qué no», dice Aira... (Si eso no es Nietzsche)... Es libertad o irresponsabilidad, agrega Aira (que prefiere la primera), es la fórmula «cualquier cosa»...  «soy un ardiente defensor, en la literatura que escribo y el arte que aprecio, de la "cualquier cosa" como Sésamo Ábrete de la creación.» Dicho de otro modo, sin Dios todo está permitido y ahí está la nada o algo así para llenarla de milagros.
   
En realidad, con Dios, que todo lo puede y todo lo es, también todo está permitido, especialmente los milagros. Todo es posible, o mucho. En el principio y cada vez fue el verbo, etcétera: se dio, irrumpió, se descubrió, aconteció «y los valores están en permanente gestación» (¿o sea que nunca se gestan?). «En el comienzo estuvo Duchamp; casi podría decirse que fue el mito de origen», dice Aira.
   
En ese esquema, para Aira la literatura es un milagro singular: si el arte crea su presente, las letras están hechas de ausencia, crean su pasado, sus precursores. Los escritores quieren ser «el único emergente visible de un gran naufragio, el de la belleza del mundo.» Y claro, al leer eso uno piensa o yo pensé que los escritores quieren ser un milagro o buscan un milagro: la irrupción de un pasado perdido, o sea, inventado. Viejos nuevos valores, creo. Aunque quizás eso ya fue, según el argentino; ahora la literatura tal vez va en la dirección del Arte Contemporáneo (o eso quiere Aira), no del individualista o marginal que busca el tiempo perdido... De nuevo: «No hay más Picasso ni angustia de las influencias. La excepcionalidad del genio quedó encapsulada en una sola figura del pasado, dejando libre el presente para los desplazamientos de una constelación de excepcionalidades provisorias y parciales.»... De nuevo, Nietzsche: el sujeto artísticamente creador, la fugacidad, el eterno retorno de lo mismo... todo ya fue hecho, ready-made (¿será que eso era el eterno retorno de lo mismo?, ¿no es eso el arte contemporáneo?). Es más, puede que, como sugiere Aira, ni siquiera se necesiten valores nuevos.
 
¿O sea que Nietzsche vio venir el arte contemporáneo, vio venir el eterno retorno de lo mismo, al superhombre -que, no hay que olvidar, es el castillo en las nubes de Nietzsche (en realidad dice pelele en las nubes)?... «Dentro de una novela puede haber objetos», escribe Aira en En la Habana. Puede haber escenas, aventuras, personajes, ideas «refractarias al discurso en el que viven, que se desprenden de la sucesión temporal del discurso y se hacen eternos con la eternidad de lo que no entra en las categorías del entendimiento. Lo real es el modelo de los objetos.»
   
Claro, esto en el papel, que aguanta todo (como Dios y como el mundo sin Dios).
   
Eso me hizo pensar Sobre el arte contemporáneo y En la Habana, así es que supongo que no es malo leerlo, que está bueno. Al menos sirve o me sirvió a mí ahora para darle un sentido a la literatura de Nietzsche.
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Por: Juan Rodríguez M.
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